La prensa madrileña detalla lo ocurrido el día 02/12/1936, sobre los bombardeos que sufrió la ciudad: “La Aviación facciosa ha vuelto de nuevo en el de ayer a hacer objeto de sus blancos a la población madrileña… algunas de las bombas cayeron en la Calle Jordán, Martín de los Heros, Bravo Murillo…” En una de las viviendas de la calle Jordán, vive temporalmente la familia Vega Muñoz, huyendo del frente de Carabanchel donde moraban, en una de las muchas casas que los propietarios han abandonado alejándose de la guerra.

Víctor Vega Fernández ha regresado del frente con unos días de permiso y se dirige a informar a la Comandancia de su situación en Madrid. Lucía Muñoz Sánchez, su esposa, queda lavando su ropa, para pueda llevarla limpia de vuelta al frente. Sobre las 10,30 h. comienzan a sonar las sirenas anunciando ataque aéreo, inmediatamente la madre ordena a sus cuatro hijos que corran a refugiarse en la planta baja del edificio; ella sigue con su quehacer y promete bajar en cuanto acabe.

Los pequeños bajan las escaleras rápidamente y consiguen refugiarse, pero Luisa que apenas cuenta con 6 años, queda atrapada en las escaleras. En sus recuerdos queda la enorme luz amarilla, tan brillante que prácticamente la ciega; se siente muy mareada y con un profundo sueño, pero aún escucha la voz que desde lejos le llega de la calle ¿hay alguien dentro del edificio? ¡si hay alguien en el interior que grite!

La niña debió hacerlo aunque no lo recuerda, la fortuna quiso que unos médicos, padre e hijo, estuvieran por las proximidades y con la ayuda de los vecinos, sacarla de entre las ruinas, trasladándola al Hospital de Sangre, donde recobró la consciencia con una enorme brecha en la cabeza, Luisa (Tomasa Vega Muñoz) poco a poco fue sabiendo que a su madre tardaron más en encontrarla, hallándola sin vida entre los restos del edificio derrumbado; su padre que presenció a pocos metros la explosión, volvió de inmediato, ayudando a desescombrar con sus propias manos. Ella oía comentarios en baja voz preguntando por qué estaba esa niña tan pequeña sola en el hospital; nadie sabía como darle la noticia de que su madre había fallecido, pero ella se adelantó diciendo “ya sé lo que me vais a decir, mi madre está muerta”. Maduró 10 años en pocos días.

Víctor enterró a la madre y recompuso su mermado núcleo familiar, para trasladarlo a la casa-cuartel que pusieron a su disposición en Aranjuez, y así regresar al frente de Batalla, quedando cuatro huérfanos al cuidado de familiares y compañeros. Lucía es mi abuela, y Luisa (como la llaman familiarmente, a pesar de que su nombre en el registro es Tomasa) mi madre.

Lucía Villegas Vega, sindicalista de UGT. Natural de Rivas.

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