El 24 de octubre es un día de reivindicación en el plano internacional. Como cada año, se celebra el Día Internacional Contra el Cambio Climático, un día para reflexionar, no solo sobre nuestras actuaciones individuales, sino como conjunto, como sociedad.

Desde hace unos años, los movimientos juveniles hemos encabezado esta lucha, una afrenta intergeneracional, pero que afecta a la nuestra de manera especial, ya que cada vez son más claros los efectos nocivos que el cambio climático trae consigo, pese a la incapacidad de muchos por verlos e incluso negarlos.

Claro ejemplo de la importancia que los y las socialistas concedemos a esta materia  es el Proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética, así como la declaración por parte del Consejo de Ministros de la Emergencia Climática y Ambiental. Esta Ley busca la transformación de medios de producción y consumo energético, velando por la integridad del medio que nos acoge, el bienestar social, y la coherencia económica necesaria para llevar a cabo las adaptaciones requeridas para la modernización de nuestro país. Además, como decía hace poco el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, “debemos aumentar la ambición climática, incrementar el objetivo intermedio de reducción de emisiones al 55% en 2030, siendo Europa quien defina un nuevo liderazgo en favor del medio ambiente”.

Un sector clave en el que debemos centrarnos es la producción de energía a través de fuentes renovables, teniendo en cuenta los efectos tan nocivos de los combustibles fósiles. Necesitamos seguir reivindicando que en un país como el nuestro, uno de los que más horas de sol tiene al año, entre otras muchas fuentes, obtenga de estas la mayoría de la energía requerida, frenando así, también, la emisión de gases que favorecen el efecto invernadero y el calentamiento global.

Pero no podemos quedarnos ahí. Tanto nuestra salud como la economía dependen del medio ambiente, ya que obtenemos gran parte de nuestra dieta directamente del mismo. No obstante, parecemos empeñados en destruirlo.

El mayor declive de nuestro entorno ha tenido lugar en el último medio siglo y sólo existe un responsable directo del mismo: el ser humano. Tanto nuestro uso como nuestro abuso del mismo han propiciado un deterioro directo de diversos ecosistemas, ya sea por la tala indiscriminada, los incendios, la urbanización de espacios naturales, la sobreexplotación de recursos naturales o, directamente, la contaminación de los mismos. Todo ello se traduce en una sola cosa, el cambio climático, y  a la vez, solo nos deja una única solución: la lucha de todas y todos para frenarlo, un desafío intergeneracional.

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